miércoles, 2 de diciembre de 2009

Yo, el desesperado

Cuando abrí este mar, era una ballena de océanos diversos. No pensaba usarlo como cloaca capitalista ni como catarsis tercer mundista. Pero últimamente, estos días, estas semanas, me veo ante un nuevo intento frustrado de reconciliación con el sistema. Parezco un chico, seguramente sea una escritura infantil, ingenua. Pero, ¿por qué cada vez que trato de hacer un pacto con el omnipotente capitalismo, sea lo que fuera ello, lo único que nace en mí es un odio visceral? Aunque pueda asustar, cada vez entiendo a Delia. Creo, incluso, habría que hacerle un monumento. Más allá de tal exageración, entiendo también mis responsabilidades. Y también entiendo que el odio visceral puede llevar a idolatrar a los Delias. No echo toda la culpa a lo otro, grandioso, pedorro. Pero, si laburé año y medio, sábado, domingo y feriado, si laburé a las 3 de la mañana, si perdí los 60 años de casados de mis abuelos, si perdí noches de amistades, si suspendí noches de amor y lujuria, si retrasé mi carrera, si abandoné los órdenes de la flia, la vida social, la vida, ¿por qué no me dan las vacaciones? Eh, la concha de tu madre, ¿por qué? Si me pagás dos pesos, ¿por qué no me das las vacaciones hija de puta?
Sé que mi penuria es ridícula ante otras cuestiones. No espero un ataque a mi pendeja burguesa. No me importa el sueldo, ni las vacaciones. El problema es otro. Es el vínculo del tome y daca. Si las reglas del buen empleado capitalista son xxx y yo las sigo, tan feliz leve, tan mentiroso, ¿por qué no premiás al buen empleado capitalista? Eh, pedazo de mierda. No te pido nada, la concha de tu madre. Te pido el mínimo de lo que me corresponde. Pero bueno, vos buscaste mi odio, conchuda. Acá lo tenés, chupala. Porque en vez de ser el empleado del mes, voy a aparecer en la portada del diario, sonriendo, porque voy a matarte, puta de mierda. Y cuando te entierren, voy a cagarme en vos.
El guasón.



Redoble por Rancas, Manuel Scorza

- Pase lo que pase, Montenegro morirá. Estoy decidido a formar una banda para libertarnos de la opresión. Yo tengo amigos dispuestos a comer su sangre.
- Está bien, papá –dijo Rigoberto –. Acaba con los mandones.
- Yo no caeré solo. Yo también mataré. Si vivo, volveré; si muero, moriré. (176)

–Shsst –avisó Tufina–. Ahí vienen otros.
-¿Quiénes serán?
-¿Serán ranqueños?
-¡Sabe Dios! –suspiró Fortunato” (234)

1 comentario:

  1. Eshtásh nerviosho, Bartoletti? Así me gusta! Redoble, por Rancas!

    ResponderEliminar