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jueves, 3 de diciembre de 2009

Que así sea

En un mundo tan peliculizado, donde los relatos americanos son cooptados, violados, revendidos por la hamburguesería hollywoodense, esta noticia hace muy bien a la identidad, como también lo fueron los documentales sobre los presidentes latinoamericanos. El de Lula da Silva, la rompe.


El Gobierno oficializó la creación del un canal para difundir cine nacional

14:00 (3 Dic)- El Gobierno oficializó con la publicación en el Boletín Oficial la creación de un canal de televisión destinado a difundir el cine argentino y latinoamericano. Por medio de la resolución 2589/2009 el ejecutivo decidió crear INCAAtv, una señal que dependerá del Instituto de Cine, dirigido por Liliana Mazure. Como productor general de la nueva emisora... ... fue designado el cineasta Marcelo Schapces. El texto de la resolución especifica que la señala se crea "a efectos que el mismo se encuentre en condiciones de difundir y emitir películas nacionales y latinoamericanas con un segmento orientado hacia lo internacional de importancia cultural y educativa".

La Resolución, acá.

Gracias Santiago K.

martes, 27 de octubre de 2009

Nacidos vivos



Rodolfo Kronfle Chambers escribe sobre Nacidos vivos de Saidel Brito: "La serie más reciente de Saidel Brito genera –de entrada- una necesidad en el espectador por establecer con precisión los acontecimientos que han congregado a las multitudes retratadas en algunas pinturas, o la significancia particular de los paisajes que otros lienzos reproducen. Paradójicamente ninguna información al respecto es provista permitiendo conservar cierto anonimato en las imágenes -por lo menos hasta un careo posterior que de cuenta del contexto histórico y social cubano que ilumina cada cuadro 1- un anonimato que sin embargo es patentemente familiar en cuanto a las convenciones históricas y mediáticas para representar a las masas." Fuente y más imágenes: riorevuelto.blogspot.com




Saidel Brito, ganador de la Bienal de Cuenca, Ecuador.

Gracias Ana!

domingo, 25 de octubre de 2009

Kinofizieren

Ufff... hace unos días vi el documental de Kluge "Noticias de la antigüedad ideológica Marx- Eisenstein- El Capital" (Nachrichten aus der ideologischen Antike - Marx/Eisenstein/Das Kapital). Ufff...quería ver toda la serie de dividís de corrido. Pero la programación debía seguir. La sala dejaba la sensación de que nada de lo que se pudiera ver después era importante, nada. Y no quería quedarme sólo para ver todo el dividí, por decirlo de otra manera, sólo por verlo. Deseo esa cosa de someterse a un lavado (o memorandum) de las cosas que dijo Marx. Que los powerpoint y sus letras me sigan pegando en la jeta, que la música moleste, inquiete. Quería agotarme de tejer relaciones, de llevar teorías a la práxis, releer mi vida cotidiana a través de otras imágenes. Digo memorandum porque no es algo que no supiéramos. De hecho, a veces el doc cae en una pedagogía algo melosa. Aunque melosa por momentos, forma parte de la vieja doctrina. Mejor dicho, de la vieja forma de adoctrinar. Si hace 80 años los medios masivos de comunicación taladraban la (a)percepción de los humanos bajando líneas, el proceso con estos docs es inverso. Algunos humanos quieren revivir esa experiencia del adoctrinamiento chapada a la antigua pero de forma conciente. Es una percepción elegida. Un sometimiento de gente que elige que le digan eso que reposa en la memoria teórica y en la memoria experiencial. Me taladraron durante apenas unas dos horas. Y hay dividí para varias más. Naturalmente, decir que someterse a un doc es vivenciar algo parecido a un alemán del 30 respecto del bombardeo mediático es juguetón. Nunca podrá revivirse tal cosa. Pero esa suerte de misa marxista (?) lejos de intervenir directamente en la vida diaria, como sucedía hace 80 años, lo hace como proclama de guerra desde los márgenes del circuito cinéfilo de la sala Lugones. Las explicaciones gráficas de Kluge sobre el fetichismo, la mercancía, etc, etc, nos convocan a salir y tirar esa hermeútica a la calle. ¿Qué compramos (consumimos)? Y en esa pregunta ontológica se resume el cómo, el porqué y el para qué. Nada que no supiéramos.
Amén de la misa siempre necesaria, el doc también vuelve, además de traer El Capital, sobre el cine y sus creaciones. Luego de una vida de cine, en el que la música define la imagen, la imagen la música, el punto de vista la perspectiva, viceversa, etc, etc, Kluge dispone una estética pura (?) en su buen sentido. Cada elemento que compone el documental tiene su lugar. Tiene su protagonismo sin ser interferido por sensaciones ajenas a la materialidad propia de cada elemento. Allí donde había palabras, se detenía la frase. Allí donde había una entrevista, el reportado se reía, guiñaba, decía. Allí donde había música y recitado la cámara se congelaba, no quería vender las imágenes de la música, sino que servía de canal entre yo y la meolodía y el recitado. Y así. Pocas veces se cruzaban, se filmaban, se ponían en movimiento para su amalgama. Así Kluge filarmoniza el documental, dejando a cada instrumento su lugar, su tempo. Y sí, cuando el espectador lo espera, los fusiona suavemente, casi como si no fuera necesario.
Dijimos algo sobre el cine, pero aún más allá había también espacio para otra pregunta, más bien, otra inquietud, que, de alguna manera, explicaría la razón de querer ver TODAS las noticias de la antigüedad ideológica. Kinofizieren, que en alemán no existe, bien podría traducirse como "cineficar". Kluge rescata del olvido una empresa de Eisenstein: kinofizieren El Capital. Eisenstein con el poder del Estado debía (esos deberes que uno desea) cineficar la obra de Marx. Sí, y en apenas una hora y media (si la memoria no vaya). Pero, ¿por qué hay un documental sobre algo que no se realizó? Formulado de otra manera, las noticias de la antigüedad se preguntan por un deseo, por una locura. La empresa imposible, la de kinofizieren el Capital, aquella que resulta difícil de creer, imposible de realizar, es lo que genera esa adicción. En la época del frívolo impossible is nothing de Adidas y sus maratones (bueno, ¿de ello se trata no?), Kluge lleva a cabo la empresa imposible siempre con gusto a poco, con gusto a más, y también deja latiendo la necesidad del sentimiento de utopía a partir de viejas utopías, de sus creadoras mentes ambiociosas de grandes creaciones, monumentales, con el leve deseo de despertar más utopía en los espectadores.
El doc, auspiciado por el Goethe Institut, que pasan hoy por última vez en el ciclo DocBsAs remite a aquella empresa imposible y sus posibles mutaciones y realidades. ¿Quién consigue el resto de los dividís?

PD: se repite en el ciclo de Kluge a partir del 16 de noviembre.

viernes, 16 de octubre de 2009

Se fue la primera

Se fue la primera. Estoy cansado de preguntarme qué decir cada vez que voy al teatro. Seguramente, se debe a mis rudimentarios elementos críticos. Pero aquí vamos.
Evening Stravinsky o Velada Stravinsky. Dos obras. Dos episodios. La dama que me acompañaba quería irse en el intervalo. No sé si se hubiese ido en caso de no existir el intervalo. O si lo hubiese propuesto. Coincidimos en ese momento de incertidumbre en que la obra era aburridísima. Su primera parte, la Petrushka. Le dije que esperáramos, que no nos podían estar vendiendo un show turístico importado por la embajada de Finlandia. No podía ser un folklore tan perfectamente prolijo, tan fronterizo entre el espectador de risa fácil y el espectador exquisito de la forma. Amigos que también estaban viendo la función dijeron “divertirse”. En cualquier caso, la “diversión” y la complicidad de la risa ante el suceso obvio entre una patada y el sonido de acordeón era todo lo que se podía esperar la Petrushka. La pantomima, el sonido significante a la ligera, y una narración del siglo XIX. Bueno, eso fue la primera parte. Un bodrio desesperante, una tontera turística.



Por suerte, había una segunda parte, a la que había que esperar: Hunt. Ahora sí, para eso había pagado la entrada. De nuevo, como festivales anteriores, la danza haciendo preguntas sobre la representación y sobre el teatro. No era necesaria la pantomima. Hacían falta esos 32 minutos de solo en el escenario. No hacía falta una estética fluorescente y fiorda (¿??). Ahí estaba el pibe, haciendo cisnes (el gesto de un cisne, no “el” cisne) y su metamorfosis humana: la corrida y el salto bípedos. Más la armonía de luces y su explosión. Estábamos advertidos (no era apta para epilépticos). Nuestro cuerpo, ya no el que está sobre el escenario, sufrirían un proceso de cansancio. Un agotamiento por translación, por recepción y por conmoción. ¿Cuántas veces nos obligan a cerrar los ojos en el teatro? ¿La única forma de vivir la experiencia teatral es sabiendo todo? Y cuando se repetía la explosión lumínica por segunda ya sabíamos, casi como un reflejo, que debíamos cerrar los ojos. ¿No es ello la experiencia del teatro durante el teatro mismo y no la reflexión tras la obra? ¿No es la reflexión, sino el reflejo reflexivo? En unos minutos, vivimos toda la experiencia del teatro y toda su teoría. Luego de ese shock repulsivo (no sólo yo, sino la gente que me acompañaba sentía algo parecido), otro momento fue unheimlich, maravilloso. El cuerpo del bailarín atravesado por miles de imágenes. ¿Es el uso de la tecnología algo nuevo en el teatro? No, no lo es y nunca lo será. Es un instrumento más y su uso, su integración en la obra, es lo que puede ser novedoso. Y de ahí que se puede hablar de deux ex machina, no por el elemento en sí, sino por el efecto que él provoca. Ni que hablar de la música, que jamás se podría decir de ella que renueva el teatro. ¿No es el cuerpo y la voz de los actores un ritmo ya? Pero esa no es la cuestión. Luego del solo y los claroscuros, ese cuerpo bañado de imágenes interminables no dice algo de la imagen. Dice algo de nosotros. El cuerpo sumergido en un mundo de imágenes que no pueden retenerse y que, no obstante, dejan sus huellas. Y la inversión, la última, y más tenebrosa. El ojo sobre el cuerpo. El ojo que recibe y que mira al espectador. Y nosotros, espectadores, que lo miramos. Y él que nos sigue y que se multiplica, y achica y agranda. Y nosotros que los miramos mutar, ser otra cadena de imágenes y esperar que esa catarata vuelva a ser un ojo fijo, lento, que nos mira. Ya no sé dónde termina ese ojo-cuerpo que produce naúseas y que, sin embargo, necesitamos. Ahora sí, había que quedarse.

Acá, La tecnología y la música renuevan el teatro mundial (por María Silvina Ajmat)

Gracias Lu!

domingo, 4 de octubre de 2009

La hora de la verdad

Bueno, mañana empieza el Festival de Teatro de Buenos Aires. Todos los fantasmas, los rumores, las ilusiones y decepciones bailarán sobre Buenos Aires en estas semanas. Esperemos estar equivocados con la gente de cultura.
En esta oportunidad, tengo entradas para Velada con Stravinsky (Finlandia) y Are you really lost? (México). De las nacionales, en la lista está Tualet, que voy por la segunda vuelta. Por problemas chinos, ajenos al Gobierno porteño, no voy a poder ver la que más me ilusionaba “Teatro Experimental de Danny Yung: Las lágrimas de Barren Hill”. Será para la próxima.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Gente de la cultura

La ciudad está en las vísperas de un nuevo Festival de Teatro. Al igual que los otros festivales porteños de cine, tango, etc., etc., que se vienen realizando hace ya unos cuantos años, desde julio estuve expectante por las obras que estaban por llegar. Googleamos. Nada. Sólo el anuncio de la convocatoria para el concurso nacional que había terminado en abril (y yo estaba paseando por www.festivaldeteatroba.gov.ar en agosto!). En fin, un primer mal síntoma.
Llegó el sábado 12 de septiembre y en los diarios hubo un aluvión de notas. Bla, bla, bla. Y las ventas empezaban ese lunes 14 en la Secretaría de Cultura de la Ciudad (Av. de Mayo y Plaza de Mayo) y por interné. Era de esperarse: la venta online no funcionaba ese lunes a la mañana (y, como sabemos los habitués del festival, las entradas vuelan). A la salida de la estación del subte A, una escandinava promotora empleada (¿temporal?) por el Gobierno citadino acusó que estaba funcionando hasta “recién”. Había tomado, como hombre de la cultura, la determinación inquebrantable de ir con el cuerpo a comprar las entradas de un festival que no promete lo que el último. Pese a las calidades disímiles, la edición anterior trajo entre otras a Lés Épehémères (cuestionada, pero había que verla), Zero Degrees, Kagemi y otras. No importa, esperaré dos horas a la sumo, pensé. Como hombre de la cultura debo ir, dije.













Kagemi

Allí estuve con otras 50 personas no más 5 horas (sí), esperando. Como suele suceder en este tipo de congregaciones signadas por un interés común, gente que nunca se hubiese puesto a charlar empezó a hablar. Bichos raros, digamos, para una foto simbólica: un jubilado, un oficinista con vocación de crítico teatral, una profesora universitaria, una estudiante de actriz y un director de teatro. Esa foto representativa del público del festival no fue captada por la fotógrafa que daba vueltas por ahí. Ella fue contratada para retratar “la exitosa convocatoria”: apenas una fila amuchada en la puerta de la Secretaría. ¿50 personas en una sola boletería y sin que funcione la interné? En las ediciones anteriores había 6 puntos de venta distribuidos por toda la ciudad y había colas más largas! Para esa foto convocante, detuvieron la venta así se acumulaba la gente. En fin. Éramos los que estábamos. En eso, me empezó a hablar el oficinista con vocación de crítico, un trajeado de casi 60 años. Su frase introductoria: “Este es el sacrificio de la gente de cultura”. Sus palabras escondían una tradición nefasta: ¿qué es cultura? Pero como sabía que no lo decía desde el conocimiento, lo tomé como un aperitivo para esas largas 5 horas. ¿Qué pensaba la gente de cultura? El jubilado participaba paulatinamente de la charla. Y empezó una carrera, alentada por el oficinista, de quién había visto a qué actor o qué obra en Buenos Aires y otras ciudades. Resulta que cada cinco frases y ante la queja colectiva por la espera, castigaba con sus “la gente de cultura”, “el sacrificio de la gente de cultura”, “la fiesta de la cultura”. Difícil, pero pude tolerarlo más por una vocación antropológica que por otra cosa. La cola avanzo 5 metros en dos horas y el amigo oficinista fue contándole el mismo verso de la cultura a la profesora, a la actriz, al director, al perro. “Porque nosotros somos gente de la cultura”. Pobre hombre, después de cuatro horas de cola no pudo esperar más y se nos fue (porque en esa instancia de la jornada ya lo queríamos, ya lo necesitábamos, ahora lo extrañábamos). Se nos fue con un “perdónen por la lata” escapando por el costado de la boca. Se fue el hombre de la cultura.
El otro hombre de la cultura, el Señor M. (me pongo en jubilada indignada para el noticiero) nos puso a nos, que queremos el festival, en una situación densa. En la comunidad de la espera coincidíamos en que ninguno estaba del todo a gusto con el festival. Que sentíamos cierta traición con nuestras convicciones, bla, bla, bla. El hijo no tiene la culpa de las cagadas del padre. Posiblemente, este festival no sea el mejor, por presupuesto, por concepto, por compromiso de la gente gestora de cultura. Pero al festival vamos igual. El costo de cancelar el festival de teatro habría sido muy alto, como cuando quisieron hacer lo propio con el de cine. ¡Pero si ahora ya ni tienen que crearle identidad, la convocatoria siempre fue mucha, ahora sólo deben ejecutar! No. Detrás de la selección de las obras, del berreta programa de mano, de la ineficaz y ridícula decisión de un solo punto de venta, está el mismo espíritu. Cancelar el festival sería gravísimo, pero pauperizarlo sería menos evidente. Le damos de comer teatro, pero que no tenga gusta a nada. Así hasta que se aburran. Por lo que respecta a la concepción de este festival, todo parece indicar que están desinflando lo que supo gestarse durante más de 10 años. Así, ya no nos parecerá necesario un festival de teatro. Así, ya no lo extrañaremos más y nos olvidemos de él y no nos encontremos más con gente de la cultura.