Hace dos años empezaba una travesía peruana. Ahora, sólo queda el recuerdo de ese aire extraño, de ese andar sin fines, de esas cicatrices que recorren el paisaje peruano. Ahora, queda este veranito porteño. Laburo y laburo. ¿Veremos una olita? ¿Llegará marzo con caipirinha? ¿O será cuestión de esperar el crudo invierno para tomarse el palo al verano berlinés? Veremos. De mientras, en el mar de las ballenas se revuelcan dos escritos (espero que salgan antes de año nuevo) sobre dos personas que, además del afecto que nos une, las admiro por haber logrado más de lo que soñaban. Y todavía les falta.
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