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martes, 4 de mayo de 2010

A mi juego me llamaron (dale que va)

Suponer una poética del tango implica, en mayor o menor grado, un recorte y un sacrificio. Pues el objeto que sirve para representar esa totalidad, la hipótesis de una sistematicidad, tiene un origen, una continuidad y un “término” en constante interrelación con otros géneros y otros medios. El tango nace de diversos tipos de canciones y géneros poéticos. Una vez conformada cierta homogeneidad (ésta no es más que la posibilidad de una autorreferencialidad), el medio de difusión es la revista y el sainete, su proyección masiva se debe a la contemporaneidad de la radio y, posteriormente, del cine, lo que también afirmaría una estética de los ambientes y la vestimenta. Luego de este período de consolidación (institucionalización, podría decirse, debido a la estabilidad de tópicos, formas, “panteón ilustre” e impregnación en distintos medios), el tango se congela en la reiteración. Cabe mencionar, sin embargo, que en la actualidad hay un resurgimiento del tango que no sólo respeta la vieja escuela, sino que la innova y revive. Otro factor ineludible a la hora de recortar el objeto resulta ser la singularidad de la letra de tango, como señala Campra “en cada tango se revela el tango” (cursivas de autor). Esta idea de que cada letra es, a su vez, la definición del tango refleja la inconmensurable tarea de realizar una poética, incluso si se pretende abarcar un solo autor. Toda afirmación sobre una palabra, un verso o una entonación puede desplumarse rápidamente con alguna relación paradigmática que remita a otro letrista, otra época, otro intérprete y, en algunos casos, puede ocurrir también dentro de la poética del mismo autor. Por supuesto, la hipótesis refutada genera otras y, quizás, esa sea la lógica a seguir, concepto que no podría remitir más que a la hibridez y la mutación. Hecha esta breve problematización sobre el objeto –que no creo agotar ni que se le adjudique solamente a mi investigación–, es menester indicar lo propio de las fuentes y las versiones. Entrevistas y anecdotarios (documentos escasos y de poco acceso), chismes y otras vías de la oralidad (siempre basados en la memoria y sus tergiversaciones) resultan ser fuentes no siempre fiables, pero sí necesarias. Algo similar ocurre con la letra. ¿Es la palabra escrita en la antología o es la cantada en la grabación? El soporte es, entonces, otra mediación que no nos conduce al “original”. Por eso, el carácter afirmativo del trabajo no debe ser escuchado de esta manera, sino ser insertado en ese “vago” mundo del tango. Se trata, más bien, de la transcripción de un murmullo que, como tal, intentará acomodar algunos sentidos en detrimento de otros.

lunes, 3 de mayo de 2010

No usaban gomina

Por estos días me ocupa la poética de Manuel Romero. Tanguero, dramaturgo, cineasta. Alguien que luchó "por el auténtico cine nacional", dice el homenaje a la segunda versión (1969) de la película Los muchachos de antes no usaban gomina (1937). Está obra basada en el tango "Tiempos viejos" fue llevada primero al teatro a principios de 1920. Como estoy en "eso", me estoy bajando la versión del 1937. En el entre tanto, miré la segunda que actúa Rodolfo Bebán. Alta tragedia. Tan perfecta es todo el drama. Cómo resumir, diagnosticar, las temporalidades y las vueltas de la vida. Y a eso aregarle el sentido ontológico del tango: la tragedia de haber sido y la de ya no ser.

Acá, la película del 69.

Pd: "La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser", tango "Cuesta abajo" de Le Pera

lunes, 22 de febrero de 2010

Ballena tango

Y bue, no quería escribir pero si pelotudear un rato. Googlee "ballena tango" y nada cayó. Por lo tanto, cree un nuevo objeto. En algún momento pensé que era obra maestra. Pues no, pero es digna. Creo que debería haber sido diseñador..............................stampa.
Bueno, no. Pero estoy pensando incursionar por esas tierras.

Con amor, "tango de ballena"
.

Baile a beneficio

Estoy vago para escribir. No sé que pasa. Debe ser que terminé el 2009, finalmente. Traducción entregada, capítulo entregado. Y como ahora se vienen las playas.
Pero no es que no tenga para escribir. Ando con cosas en la cabeza. Buscaglia, Lavandera, Domenech, la foto del mickey (de guada), otro artista ecuatoriano que me hizo acordar a Pablo Palacio, las partes de la historia de Mariela, más apocalipsis, en fin, más ballenas.
Ahora, como lo que viene en estos meses es escribir el final, toca tango, el de qué tiempos aquéllos, el del mono loco. Y en esa búsqueda me crucé con "un baile a beneficio". La risa supera cualquier análisis malandrún.
Pa´ oyerlo, acá.

Música: Juan Carlos Caccaviello
Letra:
José Alfredo Fernández


Con el lungo Pantaleón,
Pepino y el Loco Juan,
el Peludo Santillán,
Tito y el Chueco Ramón,
salimos con la intención
de ir a un bailongo fulero
a beneficio de un reo
que se hallaba engayolado
en Devoto y acusado
por asuntos de choreo.

Al buffet por la bebida
fui con Tito y el Peludo,
que ya estaba medio mudo
por la curda que tenía;
pero ahí encontré una cría
chupando que daba gusto.
Estaba el violero Augusto,
Gatillo, el cortao Potranca
y el Zorro, con una tranca
que con verlo daba susto.

Y entre el ambiente de minas
estaban las de Mendieta
con la flaca Pañoleta,
la Paja Brava y la China,
Pichota, la Golondrina,
la mechera Encarnación,
la Bizca del Corralón,
la Grela de Puñalada,
Sarita de la Cortada,
y la Parda del Callejón.

También la Lunga Sofía,
doña Lola y la Ramona,
la Lauchita y la Patrona,
y la petisa María;
la bigotuda Lucía,
la Latera, la Zulema.
Estaba toda la crema
con sus pilchas domingueras
y me pareció que entera
se había venido la Quema.

En el baile, meta y ponga,
era brava la negrada;
y, entre cortes y quebradas,
una negra media conga
bailando con un chabón,
le dio al Loco un pisotón
propiamente en el juanete:
si Santillán no se mete
el Loco le da un piñón.

Pero un petiso careta
al Loco le dio un sopapo;
cayó lo mismo que sapo
haciendo sonar la jeta.
Intervino Pañoleta
para arreglar la cuestión,
el petiso para un rincón
se las quería picar,
pero lo hizo sonar
de un tortazo Pantaleón.

Después se armó la podrida:
piñas, patadas, bancazos...
Santillán tiró un balazo
con un chumbo que tenía.
Toda la gente corría,
quedó la casa pelada;
pa' terminar la velada
yo me llevé un bandoneón,
un Perramus, Pantaleón,
y el Loco la jeta hinchada.

viernes, 30 de octubre de 2009

¿Te acordás, hermano? ¡Qué tiempos aquéllos!

La ruptura frustrada:

Lo nuevo a la sombra de lo viejo en algunos tangos de Manuel Romero


¿Cómo explicar que antes de la época dorada hubo un intento paródico del tango? Quizás no sea parodia el término apropiado, puesto que ella se adecuaría más a la poética de Santos Discépolo, tal como la describe Pesce en su artículo “Discépolo, Onetti y Scalabrini Ortiz. El ancho mundo de la literatura y la cultura popular”. Será, tal vez, un gesto de reproche o simplemente uno burlón del diálogo que crea Manuel Romero entre “Tiempos viejos” y “Tiempos nuevos”. Según Franciso Canaro, la primera data de 1925. En cuanto a la segunda, si bien su fecha no está determinada con exactitud, se deduce que fue escrita en el período 1927-32 en el que Manuel Romero editó las letras con el nombre de su hermano Julio. Más allá de la fidelidad de los testimonios, es evidente que una es posterior a la otra. En la corporalidad misma de la palabra, las letras entablan una intertextualidad que, incluso, llega a la (auto)cita explícita de Romero.


“Tiempos viejos”: ¿Te acordás, hermano? ¡Qué tiempos aquéllos!

“Tiempos nuevos”: […] y cuando están mamados [los jovies que formaron la Guardia Nacional]les da por recordar: “Hermanos, aquellos tiempos que pasaron, ¿te acordás la noche que rompí un espejo en el Petit?”


No es sólo esta referencia burlona de un tango a otro, sino que existen otros elementos poéticos de intertextualidad, como la gomina o el cocó, o como el cambio de la letra dialógica de “Tiempos viejos” a un nosotros exclusivo más propio de manifiestos vanguardista de la época y también a la teatralización en “Tiempos nuevos” de aquella recreada en su predecesora. Además, en el caso de la gomina, otros tangos de Romero refieren a los valores sociales que su uso remite; como, por ejemplo, en “¡Pero usa gomina!” o “¡Gabino!”. En estas letras, Romero pone en juego no sólo los tiempos de la vida, sino los del tango como escuela de valores. No obstante, este leve giro en la visión de Romero sobre el tango y la propia producción poética parece no continuar en la línea de “Tiempos nuevos”. Basada en “Tiempos viejos”, en 1926 Romero escribe la obra de teatro Los muchachos de antes no usaban gomina, la cual fue llevada al cine en 1937 y 1948. Proponemos indagar, entonces, la intertextualidad entre “Tiempos viejos” y “Tiempos nuevos” de Romero en un contexto en el que el cine otorga otros éxitos y fracasos para la poética del tango.