La Guerra del Fin del Mundo[1] presenta una cadena de sucesos históricos. Pero no lo hace desde una apreciación actual, sino por medio de Os sertoes de Euclides da Cunha, el cual tiene una proximidad cierta con la Guerra de Canudos. Que no haya un vínculo actual con dicha Guerra, no quiere decir que Vargas Llosa no establezca una analogía entre los valores de la insurrección popular brasileña y la historia peruana contemporánea. Tal acercamiento entre una serie de sucesos históricos lejanos y ficcionalizados y otra serie coetánea le permite desdibujar, facilitar y también complejizar algunos aspectos del conflicto. Tal paralelismo puede confundir el collage que realiza Vargas Llosa al suponer que impone una reivindicación del suceso de Canudos, cuando, por el contrario, se trata de una deconstrucción prolija y no develada de la sensación de fin.
Y, sin embargo, instantes después, al tiempo que una suerte de explosión interior ponía sus ojos ígneos, echó a andar, a correr, entre la muchedumbre que se abría a su paso, hacia las tablas con los edictos. Llegó hasta ellas y sin molestarse en leerlas las echó abajo, con la cara descompuesta por una indignación que parecía resumir la de todos. Luego pidió, con voz vibrante, que quemaran esas maldades escritas. Y cuando, ante los ojos sorprendidos de los concejales, el pueblo lo hizo y, además, empezó a celebrar, reventando cohetes como en día de feria, y el fuego disolvió en humo los edictos y el susto que provocaron, el Consejero, antes de ir a rezar a la Iglesia de la Concepción, dio a los seres de ese apartado rincón una grave primicia: el Anticristo estaba en el mundo y se llamaba República. (32)
El Consejero explicó, sin animadversión, lo que ocurría. ¿No era acaso una blasfemia, una execración, que hombres con armas de fuego y propósitos destructores acamparan en su santuario que atraía peregrinos de todo el mundo? Pero Canudos, a la que esa noche llamó Belo Monte, no debía ser hollada por los impíos. Exaltándose, los urgió a no rendirse a los enemigos de la religión, que querían mandar de nuevo a los esclavos a los cepos, esquilmar a los moradores con impuestos, impedirles que se casaran y se enterraran por la Iglesia, y confundirlos con trampas como el sistema métrico, el mapa estadístico y el censo, cuyo verdadero designio era engañarlos y hacerlos pecar. (94-95)
Peeeero, hace unos meses, Vargas Llosa publicó una columna Victoria pírrica en la que trata el tema de una revuelta indígena en el Amazonas a causa de unas leyes que promovían la explotación minera, petrolera y gasífica de las tierras de esa región. En este texto, Vargas Llosa se refiere a un conflicto actual, cuyos actores se asimilan a los de La Guerra del Fin del Mundo. Por un lado, se encuentran las comunidades indígenas y, por otro, las corporaciones del capitalismo. Vargas Llosa asocia a éstas últimas con la idea de progreso y la promesa de mejorar las condiciones de vida del Amazonía peruano, fundada entre otras cuestiones, en una educación homogeneizadora. Otra cuestión que se repite en esta columna es la atribución a los líderes latinoamericanos, como Chávez, Fidel Castro y Evo Morales, del triunfo de esta revuelta. Al igual que en las novelas antes mencionadas, esta columna echa luz sobre la visión que Vargas Llosa realiza sobre la actualidad. Por ende, también nos es útil para comprender los cruces entre la mediación, los tiempos ficcionales y el presente actual.
[1] Los números entre paréntesis sin autor corresponden a las páginas de La guerra del fin del mundo hasta que se indique lo contrario. VARGAS LLOSA, MARIO. La guerra del fin del mundo, Seix Barral, Barcelona, 1997.
Y, sin embargo, instantes después, al tiempo que una suerte de explosión interior ponía sus ojos ígneos, echó a andar, a correr, entre la muchedumbre que se abría a su paso, hacia las tablas con los edictos. Llegó hasta ellas y sin molestarse en leerlas las echó abajo, con la cara descompuesta por una indignación que parecía resumir la de todos. Luego pidió, con voz vibrante, que quemaran esas maldades escritas. Y cuando, ante los ojos sorprendidos de los concejales, el pueblo lo hizo y, además, empezó a celebrar, reventando cohetes como en día de feria, y el fuego disolvió en humo los edictos y el susto que provocaron, el Consejero, antes de ir a rezar a la Iglesia de la Concepción, dio a los seres de ese apartado rincón una grave primicia: el Anticristo estaba en el mundo y se llamaba República. (32)
El Consejero explicó, sin animadversión, lo que ocurría. ¿No era acaso una blasfemia, una execración, que hombres con armas de fuego y propósitos destructores acamparan en su santuario que atraía peregrinos de todo el mundo? Pero Canudos, a la que esa noche llamó Belo Monte, no debía ser hollada por los impíos. Exaltándose, los urgió a no rendirse a los enemigos de la religión, que querían mandar de nuevo a los esclavos a los cepos, esquilmar a los moradores con impuestos, impedirles que se casaran y se enterraran por la Iglesia, y confundirlos con trampas como el sistema métrico, el mapa estadístico y el censo, cuyo verdadero designio era engañarlos y hacerlos pecar. (94-95)
Peeeero, hace unos meses, Vargas Llosa publicó una columna Victoria pírrica en la que trata el tema de una revuelta indígena en el Amazonas a causa de unas leyes que promovían la explotación minera, petrolera y gasífica de las tierras de esa región. En este texto, Vargas Llosa se refiere a un conflicto actual, cuyos actores se asimilan a los de La Guerra del Fin del Mundo. Por un lado, se encuentran las comunidades indígenas y, por otro, las corporaciones del capitalismo. Vargas Llosa asocia a éstas últimas con la idea de progreso y la promesa de mejorar las condiciones de vida del Amazonía peruano, fundada entre otras cuestiones, en una educación homogeneizadora. Otra cuestión que se repite en esta columna es la atribución a los líderes latinoamericanos, como Chávez, Fidel Castro y Evo Morales, del triunfo de esta revuelta. Al igual que en las novelas antes mencionadas, esta columna echa luz sobre la visión que Vargas Llosa realiza sobre la actualidad. Por ende, también nos es útil para comprender los cruces entre la mediación, los tiempos ficcionales y el presente actual.
[1] Los números entre paréntesis sin autor corresponden a las páginas de La guerra del fin del mundo hasta que se indique lo contrario. VARGAS LLOSA, MARIO. La guerra del fin del mundo, Seix Barral, Barcelona, 1997.
Excelente novela la de Mario Vargas Llosa, no hay que dejar de leerla. Colo
ResponderEliminarY NO lean la columna Victoria Pírrica porque se van a encontrar con lo peor de Vargas Llosa, retrógrado como desde hace ya demasiados años... O léanla para entender un poco más de cómo funciona este mundo que nos toca vivir. Colo
ResponderEliminarMe pasa que es un nostruo de dos cabezas. Vargas Lllosa es eso. Un excelente escritor que sirve a los malos. No hay mayor qbronca que esa, que siendo tan bueno, use su capacidad para el enemigo
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