miércoles, 14 de octubre de 2009

Kill Bill Percustein (by Sakamoto)

Hace una semana casi, escribí Percustein, un breve comentario sobre el trabajo de Nico Arnicho. Por suerte, mi vida cibernética me llevó por otros caminos para despejar mi duda respecto de la música y las nuevas intervenciones técnicas. Me llevó lejos, bien lejos a otras tierras o, quizás, otros mundos (Japón, China, el Tibet).


Dí con Ryuichi Sakamoto. Que era lo inacabado o lo que no me satisfacía del todo en Arnicho, no lo sabía. Hasta que escuche esto (bajen el mp3, no se lo pierdan!!!). Bien, si siguieron las instrucciones, sabrán de lo que hablo. Si no, apelo a su imaginación auditiva o a su inconciente colectivo melódico. La música no para, ni cuando deja de materializarse. Una energía que vibra siempre. Dijo una amiga trasnochada. Pues Sakamoto y su "chainmusic" hacen alusión a esa cadena infinita de los sonidos que hacen a la mecánica del cosmos. Es una sinfonía citadina, es la amenaza constante entre un sonido "puro" de cámara y la vida cotidiana del cemento. Poco es lo que digo. Más bien, la técnica en esta oportunidad no hace de la música ya existente una imitación artificial, seca, ejecutada por el hombre. La técnica se zambulle a las entrañas de nuestra música sanguínea, de nuestro miedo melódico, de nuestra patología, y (re)compone un mundo de percepciones. Una tos, una púa de disco, voces pop, metralletas, videojuegos, calesitas, llantos, cadenas, fondos, amaneceres. Cada instante se vuelve un haiku, no por la comunión obvia de nuestro orientalismo, sino por la intesidad de cada nota. Ya no es la técnica al servicio de un cadáver. Es la técnica gestando una nueva vida de la música. Y como todo avance, conmociona y genera incertidumbre, esa que pide más.

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