sábado, 20 de noviembre de 2010

Incontenible

El invierno es incontenible. Da alguna que otra tregua, el invierno en Berlín avanza como una tropa, una tromba, y el sentimiento es el de una guerra por perderse. A la corta o a la larga, el invierno triunfa. Incontenible, porque no hay nada que hacerle. No incesante,o sí, pero no poder frenarlo y no que arrase como si nada hubiera, nos borra de la descripción. Nos desborda. Es de noche a las 17, a las 1630 ya prenden las luces de la estación que veo desde la ventana. Imagino un invierno así en otros lares, en lugares no urbanos. Y que la ciudad siga funcionando pese a la oscuridad y el frío como si fuera verano, otro clima, otra vida. De noche hay más gente en la calle que de día. Son vampiros. Salen los fiesteros, los artistas, los desempleados, los borrachos, los adictos. Salen todos. Parece que quieren que el día se termine rápido. Que llegue la noche, que el invierno se quede. En una charla escuchaba a un profesor que recomendaba respetar las horas de luz como forma de vida, como manera de reconciliarse con el exagerado gasto y desgaste de energía. Limitarse a la luz solar para la actividad de nuestros días. Esas cosas que pueden pensarse cuando otros problemas no pegan gritos desde abajo. Ocupaciones válidas al fin. El invierno es incontenible, porque se podrían alcanzar conclusiones más hondas. La necesidad por encontrar un refugio rápido, hace a la supervivencia una rayuela.

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