Al contrario (de la poesía), el valor del mito como mito persiste, a pesar de la peor traducción. […] La sustancia del mito no se encuentra ni en el estilo, ni en el modo de narración, ni en la sintaxis, sino en la historia que en él se cuenta. El mito es un lenguaje; pero un lenguaje que trabaja a un nivel muy elevado, donde el sentido, si podemos decirlo así, llega a despegar del fundamento lingüístico sobre el que ha comenzado a circular. (Lévi-Strauss; 1968: 232)
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