Habría que observar la desatención de la institución arte por parte de Lukács y Adorno en relación con otra característica común de ambos teóricos: su posición negativa ante la obra de Brecht. En Lukács, la negativa a Brecht responde directamente a un principio teórico, dado que las obras de Brecht se ajustan a lo que piensa como obra no-orgánica. En Adorno, en cambio, la negativa no se supone de un principio teórico, sino de un teorema secundario, según el cual las obras de arte son “la historiografía inconsciente de la esencia y no-esencia históricas” 10. Mientras el vínculo entre la obra y la sociedad que la condiciona sea establecido como uno necesariamente carente de conciencia, Brecht, que se esmera por generar este vínculo con la mayor conciencia posible, difícilmente pueda ser recibido de forma adecuada 11.
En resumen, el debate de Lukács y Adorno, que retoma, a su vez, el debate sobre el expresionismo a mediados de la década del '30, termina con una aporía: ambas teorías materialistas de la cultura se enfrentan en sus posiciones políticas. Adorno, quien no sólo consideró el capitalismo tardío como definitivo, sino que también, por la experiencia histórica, veía perdidas las esperanzas en el socialismo, concibe el arte vanguardista como una protesta radical, que se opone a toda falsa reconciliación con lo existente, y, por ello, la convierte en la única forma artística históricamente legítima. Lukács, en cambio, juzga el arte vanguardista, cuya protesta es conocida, porque dicha protesta es abstracta, sin perspectiva histórica, porque ciega a las fuerzas reales que trabajan para superar el capitalismo. Un punto en común de ambas teorías, en el que la aporía no se anula, sino que se potencia, consiste en que ambos autores, por elementos relevantes de sus teorías, no son capaces de analizar al escritor materialista más significativo del presente (Brecht).
Esta situación se resolvería, precisamente, al elevar esta teoría del escritor materialista a un criterio de juicio. Dicha solución, sin embargo, acarrearía un inconveniente considerable, porque no permite comprender la obra de Brecht. Esta salida no puede ser un horizonte de juicio y, al mismo tiempo, captada en su particularidad. Cuando Brecht se convierte en criterio de qué podría hacerse hoy en la literatura, ya no se juzga a Brecht solamente. También se deja de cuestionar si las soluciones que él propuso a ciertos problemas estaban vinculadas o no a una época determinada. En otras palabras, si se quisiera comprender la importancia de Brecht, habría que desechar la idea de hacer de su teoría un marco de investigación. Para resolver la aporía, mi propuesta es que se consideren los movimientos históricos de vanguardia como una cesura en el desarrollo del arte en la sociedad burguesa y, a partir de esta ruptura, concebir una teoría literaria. También la obra y la teoría de Brecht deberían ser definidas en relación con la ruptura histórica. Entonces, cabe la siguiente pregunta: ¿cómo se vincula Brecht con los movimientos históricos de vanguardia? Esta pregunta no fue formulada todavía, porque se supone que, por un lado, Brecht era vanguardista y, por el otro, no había ningún concepto preciso sobre los movimientos vanguardistas. Esta compleja pregunta no puede resolverse aquí, sólo debemos contentarnos con algunas observaciones.
La intención de destruir la institución arte, propuesta por los vanguardistas, nunca fue compartida por Brecht. Si bien al joven Brecht le desagradaba el teatro de la burguesía intelectual, jamás pensó que debería eliminarse el teatro. Su intención era modificarlo radicalmente. Encuentra en el deporte un modelo para un nuevo teatro, cuya categoría central es el entretenimiento 12. La distancia con los vanguardistas no se basa sólo en que, mediante la afirmación del arte como fin en sí mismo, el joven Brecht haya conservado una categoría central de la estética clásica, sino también en que no destruyó la institución teatro. En cambio, lo que asocia a Brecht con las vanguardias es, por un lado, una concepción de obra en la que los momentos individuales ganan autonomía (es la condición para que pueda realizarse el distanciamiento) y, por el otro, la atención a la institución arte. No obstante, mientras los vanguardistas piensan atacarla directamente y destruirla, Brecht desarrolla un concepto de cambio de función que conserva su funcionalidad real. Estas breves observaciones mostrarían que una teoría de la vanguardia puede situar a Brecht en el contexto del arte moderno y definir su particularidad. Hay razones para suponer que la teoría de la vanguardia contribuye a resolver la aporía de la teoría materialista de la literatura (entre Lukács y Adorno). De este modo, se descarta la canonización de la teoría y la praxis artística de Brecht.
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